El cáncer de vejiga representa el 3,3% de todos los tumores, siendo más frecuente en el hombre (4,7%) que en la mujer (1,6%).
En España, según la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) se diagnostican unos 12.200 casos anuales, lo que representa el 11% de los tumores del sexo masculino (10.700 casos) y el 2,4% de los femeninos (1.500 casos). La incidencia en nuestro país es de las más altas del mundo, siendo el 4º tumor más frecuente en hombres tras los de pulmón, próstata y colorrectales.
La mayoría de los casos se diagnostican en la década comprendida entre los 60-70 años de edad y están ligados al consumo de tabaco fundamentalmente.
La aparición de sangre en la orina es el síntoma más frecuente. También el dolor o escozor al orinar o el aumento de la frecuencia miccional pueden ser indicativos de la presencia de un tumor vesical, que aconsejan la consulta al urólogo quien procederá a prescribir una serie de pruebas diagnósticas:
-Análisis de sangre y orina para valorar la función renal y la presencia o no de infección urinaria.
-Citología de orina para determinar si existen células malignas.
-Ecografía que permite visualizar la vejiga y los riñones mediante el empleo de ultrasonidos y detectar en su caso la presencia de una tumoración.
-Urografía o TAC con contraste que, en el caso de la existencia de un tumor, informará sobre la repercusión en el aparato urinario y la presencia de metástasis.
-Cistoscopia: que consiste en la introducción por la uretra de un instrumento que permite la visualización del interior de la vejiga y la detección de un posible tumor y en casos de lesión sospechosa la toma de una muestra (biopsia) para su análisis. Esta exploración se hace de forma ambulante.
Una vez confirmada la existencia del tumor se procedería a su resección transuretral bajo anestesia epidural. Esta intervención consiste en la introducción por la uretra de un instrumento dotado de un bisturí eléctrico con el que se extirpa la lesión para su posterior análisis y correcta identificación.
Realizada la valoración de la agresividad celular y la infiltración en determinados casos de la pared vesical se procede a la búsqueda y localización de posibles metástasis mediante pruebas de imagen (TAC de toracoabdominopélvico y gammagrafía ósea).
En los tumores con infiltración superficial de la pared de la vejiga es suficiente la resección transuretral (RTU) y posteriores instilaciones vesicales con fármacos de acción local y muy buena tolerancia (Mitomicín C o BCG). Estas instilaciones se realizan periódicamente y de forma ambulante, introduciendo en la vejiga una fina sonda uretral por la que se administra el fármaco. Las revisiones posteriores son imprescindibles.
En los tumores de infiltración profunda de la pared vesical no metastásicos, el tratamiento de elección consiste en extirpar la vejiga, la próstata y las vesículas seminales en el hombre y vejiga, útero y ovarios en la mujer (cistectomía radical) y los ganglios vecinos (linfadenectomía iliobturatriz bilateral). En la misma intervención se procede a la derivación de la orina al exterior:
- Ureterostomía cutánea: abocamiento de los uréteres directamente a la pared del abdomen. Precisa bolsa colectora.
- Conducto ileal: abocamiento de los uréteres a un segmento de intestino que desemboca en la pared del abdomen. Precisa bolsa colectora.
- Ureterosigmoidostomía: abocamiento de los uréteres a la porción terminal del intestino grueso de tal forma que la orina se eliminaría junto con las heces por el ano.
- Derivación ortotópica (neovejiga): abocamiento de los uréteres a un segmento del intestino que se pone en continuidad con la uretra, por la que se eliminaría la orina.
Cada una de estas derivaciones conllevan ciertas ventajas y riesgos específicos que deberán comentarse detenidamente antes de tomar una decisión definitiva en tanto van a influir en el pronóstico y la calidad de vida postoperatoria.